jueves, 31 de marzo de 2011

Formas del horror... (XXI)






















El interior es mayor que el exterior. El contenido que el continente. Ya no le extraña nada. Son ya demasiados años de perseguir sombras. Señales tan pequeñas como guijarros. Todo el río está lleno de ellos.

Coge la pistola y apunta al cielo; apunta al frente y después dispara hacia el interior. Quiere acabar con todo ello.

Una bala no basta. La serpiente lo consuela.

De seres fantásticos... (VII)





















LA BESTIA


Arde.
Arde.
Arde.
Arrastra una lápida por el
barro de la imposibilidad.
En ella está escrita la palabra.
Naves estelares cruzan el cielo
Y él levanta la cabeza.
Pero está muerto.
Ya no sabe nada más.

El Infinito muere en el límite
de su cuerpo.

martes, 29 de marzo de 2011

Formas del horror... (XX)

















En los primeros días de primavera uno va y se asoma a la ventana del tragaluz y se fuma un pitillo y las gordas gotas de lluvia caen y él piensa que ya estaba a salvo del invierno. Y entonces empieza a invadirle la sensación de que no. De que a salvo se está a lo sumo una ó dos veces en la vida.
Se traga lo que le queda de la cerveza. Apura el cigarrillo y baja de malos modos la guillotina de la ventana. Unos ruidos guturales salen de algún piso allá arriba.
Ya da igual. La luz de la farola se cuela en su casa y todo parece espectral.

miércoles, 23 de marzo de 2011

Crónicas secretas de artistas geniales... (II)





















LA DESILUSIÓN DE RENÉ DAUMAL

René Daumal, el más secreto de los poetas franceses, toma el revólver que le entrega su amigo Gilbert-Lecomte. Lo mira por unos segundos. Abre el tambor e introduce un único proyectil.
Blanco y negro y blanco y negro.

-¡Atención! -dice. -Quiero eseñaros a morir. -Añáde, y levanta el arma mostrándola a las personas convocadas. Todos amigos y poetas.
Respira profundamente por la nariz al estilo yóguico, y tras relajar su cuerpo continúa diciendo: -¡Cerrad los ojos, apretad los dientes!. -Les dice, al tiempo que hace girar el tambor del Colt.

Lleva el arma a su sien derecha y, sin mayor teatro, aprieta el gatillo y dispara. ¡Clac!. No hay detonación. René Daumal abre los ojos: -¡Ya veis, no es nada difícil, no hay en esto nada asombroso!. -Les habla desde el vértigo y la altura que procura la experiencia, pero sin pontificar.
Toma otra bala; la mete en el revólver: -Negro y blanco y negro y blanco. -Vuelve a hacer girar el tambor para no saber dónde ha quedado el proyectil. Dispara otra vez sobre sí. ¡Clac!. El gatillo vuelve a percutir sobre vacío.

-Ya veis que pronto se aprende. Os hablo sin amor, y sin embargo bien sabéis... Hace esta vez una pausa teatral para que el silencio subraye la verticalidad de la experiencia mostrada y la vigilia verbal. -...Hay que llevar la evidencia hasta lo absurdo.

Hay que llevar la evidencia, ha dicho, y coge tres balas más.
-Blanco y negro y blanco y negro y negro y blanco. Las introduce en el arma.
-Si nuestras almas cambiaran sus cuerpos... -Gira el tambor. -...nada cambiaría.
Alza el revólver. -...por lo tanto no habléis más de cuerpos y almas. Lo coloca en su sien. -Blanco... Aspira -...negro. Dispara. ¡Clac!. -Es lo único que podemos concebir unido. Baja el revólver. -¿No es cierto que no hay en esto nada trágico?. Deja el arma sobre la mesa.

Se levanta. Bebe un trago de absenta. -Os hablo sin pasión. -Dice, y les apunta con el dedo. -Blanco, negro, blanco, negro. -Les suelta y luego chasquea la lengua. -¡Clac!. Le está devolviendo a la poesía su carácter de aventura metafísica.

-Es mi eterno grito de moribundo. Ese grito blanco, ese agujero negro... Se levanta y recoge su abrigo. -¡Oh! No entendéis nada, ni tampoco existís. Abre la puerta. -Yo me encuentro solo para morir.

Roger Gilbert-Lecomte mira a Rolland de Reneville. Entienden que acaban de presenciar la desilusión de un hombre que se resiste a ser moldeado sólo por el ensueño o la fantasía y que, en última instancia, únicamente responde a los designios de una más alta magia.

Crónicas secretas de artistas geniales... (I)




















ESCENA DE RAIMUNDO LLULL Y AMBROSIA


No sabía qué hacer el joven Raimundo Llull para conquistarla. Aquella mujer le traía por el camino de la amargura, estaba perdidamente enamorado de ella. No sabía.

Casada Ambrosia como estaba con un noble mallorquín, fue lo suficientemente virtuosa como para resistir los halagos, las asiduidades y los coqueteos del futuro filósofo, monje y cabalista. El deseo de El Doctor Iluminado.


Frisaba ya los treinta y el noble Llull comenzaba a estar cansado de excesos, de licores embriagadores y de placeres carnales fáciles, que nada dejaban en su alma. Únicamente tenía pensamientos para aquella dama que pertenecía a otro hombre. No cejaba en su empeño de tener comunión carnal con la mujer, enamorarla y hacerla suya, pero no podía; no encontraba la llave que abriera la puerta del amor de la señora. Entonces aullaba por las noches al cielo maldiciendo su mala estrella. Él, que todo lo había probado y conquistado, que todo lo tenía, no podía conquistar a una simple mujer. ¿Por que Dios le había señalado con el dedo del infortunio y el desasosiego amoroso? ¿Por que era tan cruel?.


Mas un día, que él creyó divino y venturoso, recibió la llamada de Ambrosia. Llull imaginó el cielo abierto a sus deseos. Por fin, El Señor de los Universos, había aceptado sus ruegos y le entregaría a la virtuosa amada. Se vistió sus mejores ropas, perfumó su cuerpo y acudió presto a lo que él creyó una cita amorosa.


Ambrosia le había emplazado aprovechando la ausencia de su esposo y ordenó a los sirvientes dejarla sóla en la casa.

Pronto comenzaron los halagos y las palabras de amor infinito del ardoroso Raimundo, y pronto quiso estrecharla entre sus brazos. Sin embargo, ante su pasmo, la dama volvió a rechazarlo y esta vez con mayor violencia, si cabe. Lo apartó de sí de un empellón. Ahora sí que estaba confundido, confundido y trastornado.


Mas aun no habían acabado las sorpresas. -Espere, espere ahí, Raimundo, que lo que tanto se desea bien merece la pena hacerse esperar. Esperar por ello un poco más. -Le espeta la mujer. Él palidece, muerto de voluptuosidad. Acto seguido comienza ella a desvestirse. La sonrisa vuelve al rostro de Llull, quien se prepara para disfrutar de la ceremonia erótica y sensual, de ver desnudarse al objeto de su deseo. -Por mí como si dura este momento mil años. -Parece pensar para sus adentros el galán.

Ambrosia deja resbalar su rojo vestido de terciopelo, que cae al suelo cubriendo sus pies. Raimundo Llull no puede apartar la mirada del cuerpo de su amada, a quien ya imagina suya.

La mujer comienza a desabrocharse los botones de su blusón. Uno, dos, tres, cuatro. Y cuando le es posible deshacerse de la prenda, le muestra sin pudor ni vergüenza a un absorto Llull sus senos.¡Oh, catástrofe! esos senos tan deseados son unos senos enfermos, corroídos por el cáncer. Entonces le dice: -Mira, Raimundo, mira la fealdad de este cuerpo que ha conquistado tu afecto y con el que tanto has soñado y deseado. ¿No habrías hecho mejor en dirigir tu amor hacia Jesucristo, del cual puedes recibir un premio eterno?.

Al punto Raimundo Llull cae al suelo mientras se lleva las manos a la cara, llorando desconsoladamente. Ambrosia vuelve a vestirse con sus ropajes y acto seguido hace llamar a los criados del abatido Raimundo, quienes lo toman y lo retornan a su hogar a bordo de un carruaje.


Ya en el hogar, nuestro futuro filósofo alquimista, es presa de una terrible crisís y una gran agitación nerviosa. Le cuesta dormir y sus sueños se tornan pesadillas infernales. Durante el día no habla y apenas come, semejando un alma en pena escapada del purgatorio y preocupando a sus seres queridos y sus sirvientes.


Todo ello ocurre durante largo tiempo, lleno de incertidumbres y malos presagios. Hasta que el sueño viene a liberarlo y en él tiene una visión: Jesucristo le señala con su dedo y le dice: -Raimundo, en adelante sigueme. Y a partir de ese momento el futuro Doctor Iluminado jura consagrarse a la gloria de Dios.

lunes, 14 de marzo de 2011

Formas del horror... (XIX)


















En los espejos viven cosas que fueron deseadas demasiado.

En los días soleados, cuando el sol cae de plano, los espejos se abren y uno puede meter la mano y puede coger lo primero que toque. Será para él. Pero nunca hay que ir demasiado lejos y meter la cabeza o el cuerpo entero. Uno quedaría atrapado en él y habría que esperar a que otro consistiera en dar su realidad o su vida a cambio.

jueves, 10 de marzo de 2011

El rayo (a modo de guión para corto en barco nocturno)...
















I

Noche cerrada en alta mar. Las olas. La luna llena que va inundando la imagen con su blancura. Se escucha una voz en off:

"Este mundo se nos da como un enigma a resolver. Toda mi vida, mis actos y mis pensamientos -los momentos extraños y desordenados- los he dedicado a resolver el enigma..."

Una luz muy blanca inunda los rostros de Z e Y, como si estas imágenes pertenecieran a un pasado remoto, quizás inexistente. Aparecen muy felices, bebiendo y disfrutando.
En escena aparece Y, lanzando pétalos de flores por la borda. Mientras esto ocurre se escucha el resto del mensaje en off:

"...A veces creí acercarme lo suficiente, pero entonces todo se embutía en una penumbra ardiente -algo privado de sentido- . Un vicio absurdo: La fuerza de voluntad entregada a hacerlo todo mal. El error del que es presa el hombre me parecía trivial, solo algo que molesta e irrita... Para mí solo quedaba el tiempo solapado. Una pesadilla era mi verdad.


II

Z aparece en el camastro de su camarote, envuelto en una semioscuridad. Sólo su rostro se ve brutalmente iluminado, parece dormido o muerto.


III

Un extenso corredor o pasillo, estrecho, flanqueado por innumerables puertas cerradas. Es el pasillo de un barco de pasajeros, pero bien podría ser el pasillo de un hospital o un manicomio futurista. Z camina por él. El corredor se comunica con otros; parece interminable. Después: más puertas cerradas, recodos, escaleras que suben y que bajan y otra vez el interminable pasillo.
Al fondo, una nueva puerta cerrada, no hay más salidas. Pocas opciones: la puerta cerrada o el pasillo otra vez. Empuja la puerta, la golpea. Al final cede y entra.


IV

Z cae de bruces en una habitación, que parece un desvencijado gimnasio. Hay un grupo de personas corpulentas (Los Hombres de Azul) formando un círculo en esa habitación; al oír el alboroto se giran hacia Z y lo sujetan y zarandean mientras gritan. Le llevan en volandas hacia otra puerta y empujándola le arrojan al interior de otra habitación donde se encuentra X.
X está sentado en una silla de ruedas y le acompaña una bella e indolente rubia, que permanece de pie junto a él sujetando una bandeja. X habla con severidad, muy seguro de su conocimiento. Invita con un gesto a Z ha acercarse a él:

X- (En voz baja e imitando a los trágicos) ¡Nadie ha de seguirte aquí a escondidas! Tu mismo pie ha borrado el camino detrás de ti, y sobre él está escrito: imposibilidad.

Z- (No habiendo entendido nada) ¿Qué?

X- (Sin perder la postura y en un tono no muy alto) ¿Tienes miedo?

Z- (Calla, no responde).

X- (Un poco más alto). No me gusta repetir las cosas, me cansa hablar. ¿Tienes miedo?.

Z- (Esquivando la pregunta). ¿De qué tendría tener miedo?.

X- (Hace un gesto para que Z se acerque). Me cansas, pareces una mula. (Cogiendo a Z por la cabeza le dice al oído:) Tendrías que tener miedo de lo que no comprendes. También tendrías que tener miedo de lo que empiezas a comprender.

Z- (Retrocede y trata de disimular su angustia). Entonces de que vale preocuparse.

X- (Mirando a la rubia a los ojos -ella le mira a él-). Porqué tu pensamiento te pide a gritos comprender. Ya ves, un vicio más.

Z- (Cansado ya de la situación). Entonces estoy perdido.

X- (Con un gesto de afirmación). Estás perdido.
Z- (Queriendo saber). ¿Dónde estamos?.

X- (Acurrucándose en la silla de ruedas). Ya lo he dicho antes: tu mismo pie ha borrado el camino detrás de ti.

Z- (Permaneciendo en pie). Y eso ¿de qué me vale?.

X- (Incorporándose levemente). A mi no me importa de que pueda valerte. La búsqueda de la verdad no es mi fuerte. Mas que la verdad, el miedo es mi vicio, lo que busco y deseo: el miedo que abre un vértigo, el que alcanza lo ilimitado del pensamiento. Eso es lo que me exalta. ¿Y hasta dónde te toleras tú?.

Z- (Ignorando la pregunta). ¿Entonces por qué estoy aquí?.

X- (Muy parco). Tú has hecho que así sea.

Z- (Rápidamente). ¿Qué he hecho yo?.

X- (Parco todavía). Deseas lo que tengo para ti.

Z- (Irritado). No quiero nada de ti, solo quiero marcharme a mi casa. Estoy cansado de todo esto. No te conozco.

X- (Con un gesto del índice hacia Z). Pues entonces pon toda la maquinaria a funcionar y deja de compadecerte.

Z- (Definitivamente harto). Dame lo que tengas para mí.

X- (Hace un gesto y en la bandeja que porta la chica rubia aparecen una carta y un paquete). Toma, no lo abras todavía, cuando estés sólo.

Z- (Toma lo que le entregan, pero aún queda una pregunta). El miedo, sí; pero ¿el miedo de qué?.

X- (Apareciendo por la espalda de Z). Evidentemente, el miedo de NADA.






V

Z de nuevo en el pasillo, ahora más oscuro y tenebroso. Comienza a caminar y, picándole la curiosidad se sienta en unas escaleras para abrir el paquete y la carta entregados por X. Cuando está a punto de abrirlos, aparece uno de los hombres de X que le golpea desdeñosamente en la cabeza y le quita la carta y el paquete, le señala con el dedo y le hace un gesto desaprobatorio; se los arroja con desdén y le dice: "¡Eso no se hace!". Y desaparece.
Z se levanta y sigue caminando, habiendo recogido el paquete y la carta. Al cabo de un rato y comprobando que nadie le sigue trata de abrir nuevamente lo entregado por X. Un segundo hombre aparece y le espeta: "¡Eso no se hace, todavía, tío!". Le empuja y le lleva hasta una puerta, le abandona.






VI

Z se encuentra en el exterior, oscuro y frío. Barandillas, puertas cerradas, escalinatas y la oscuridad le rodean. El viento arrebata a Z la carta, corre tras ella. Un hombre sujeto a una barandilla le grita: "Por allí va, por allí". Z corre, sube más escalinatas y llega a una plataforma rectangular donde se encuentra con una mujer que dirigiéndose hacia él le muestra la carta que ha recogido. Z coge la carta de manos de la mujer, mirándola con desconfianza. La mujer forcejea por unos segundos por la carta y le dice: "¿No me reconoces?". Mientras le abraza y trata de besarle. Z trata de zafarse de la mujer, le resulta en sumo grado desagradable, pero ella le sujeta con fuerza y le continua diciendo: "¿No me reconoces?. Yo a ti te conozco. ¿Dónde están aquellos rayos de sol? Yo a ti te conozco". Pero Z se zafa y huye por una puerta comunicante a un pasillo. La mujer le sigue (parece muy impresionada) y le grita: "¡Soy tu madre, aunque no lo creas, soy tu madre!". Z se detiene, vuelve sobre sus pasos, llega a la altura de la mujer y le dice:

Z- (Desafiante) Demuestra lo que dices.

Mujer- (Sin dejarse sorprender). Tú ya lo sabes, aunque no lo creas.
Aunque yo no dé el tipo, ni me hayas imaginado así.

Z- (Continúa desafiante). Nunca te he imaginado de ninguna manera, nunca he tenido madre.

Mujer- (Tratando de parecer cariñosa). Todos tenemos una madre, aunque ella esté perdida.

Z- (Continúa el desafío). ¿Por qué insistes? Y si tanto insistes ¿por qué no me lo demuestras?.

Mujer- (Muy seria). Te lo demostraré. (Y la mujer, abriendo la mano de espaldas, le muestra a Z algo que nosotros no vemos).

Mujer- (Continúa de espaldas). Ves, soy tu madre.






VII

La mujer mira por una ventana con gesto ausente, mientras Z permanece en pie junto a ella, que le dice:

Mujer- (Decididamente cariñosa pero sin dejar de mirar por la ventana). No estés decepcionado mi cielo, he sufrido mucho, todos hemos sufrido mucho... aunque hubo un tiempo mucho más feliz, como cuando conocí a tu padre ... el más bello ángel.






VIII

-La misma mujer veintitantos años antes, vestida con alegre conjunto dorado mira por una ventana con gesto ausente (en realidad el mismo sitio y la misma ventana -mismo plano-).
Una música va tomando cuerpo y cuando comienza a sonar una divertida melodía, por un largo pasillo se acerca, bailando graciosa y chulescamente un apuesto galán vestido impecablemente; sonríe maliciosamente y en sus espaldas asoman dos pequeñas alitas. Repara en la mujer y se dirige hacia ella:

Galán. (En francés). ¿Quieres que te lleve al cielo conmigo?.

Mujer-(girándose y sacada de su absorción). Perdón, ¿Cómo dice?.

Galán- (En español y pícaramente). Perdón señorita, no pude dejar de mirarla. Usted brilla. Usted es como un rayo de sol. Usted es como las burbujas del champán.

Mujer-(Sincera y divertida). No me haga reír, quizás una gaseosa. Y se lo digo esta noche, que estoy borracha. He bebido güisky, y el güisky siempre me pone sincera; no lo puedo evitar. El Margarita me pone audaz, el Tequila Sunrise me pone melancólica, el Destornillador me desatasca... pero el güisky me pone sincera, no te hagas líos, sincera.

Galán-(Siempre en español). Pues, quizás, el champán te ponga de otra manera. Normalmente a mí me pone cachondo.

Mujer-(Asintiendo). Normalmente a mí me pone cachonda.

El galán levanta la mano y chasquea dos dedos.






IX

Dos copas de champán sobre una mesa; la música de unos violines se oye con claridad. Los amantes recogen las copas, sonríen, brindan y beben.
Una cantante, de aspecto frágil y decadente, comienza a cantar la melodía, a su lado un pianista con un parche en un ojo. Los amantes aparecen bailando, giran y sé ríen. Todo sé va llenando de burbujas de champán.



Sé Que Llorará (para cantar con la música de Un Homme et une Femme)

Mi amor, sé que llorará
Sé que él llorará
Ríe, pero él llorará
Sé que él llorará
Lo que amaste lágrimas serán
Lágrimas serán
Como un cisne por última vez llorará

Perdido está
Mi amor perdido está
Perdido está
Lo que dijimos también se perderá
Oh, si sé que se perderá
Y nuestro corazón también morirá
Oh, si morirá
Porqué mi amor perdido está

Cuando tú comiences a llorar
¡voila! En estos ojos te perderás
Adiós, adiós, hasta más ver
En un reflejo el mundo miente
Y tú perdido estás

Lágrimas para ti y para mí
Lágrimas para ti y para mí
Para ti
Para mí.






X

Nuevamente Z y la mujer. Ella comienza a hablar:

Mujer -(Melancólica). Pues si hijo, ese era tu padre... un ángel o quizás un demonio. Pero no te hagas líos, a veces da igual.

Z -(Como resignado). ¿Qué quieres decir?.

Mujer -(Volviendo a mirar por la ventana). Que es mejor haber hecho que no haber hecho, y que es mejor no haber hecho que haber hecho.

Z -(Un tanto decepcionado). ¿Eso es todo lo que querías decirme?.

Mujer -(Con la vista puesta en la ventana). Hay muchas más cosas, no te hagas líos, aunque a veces parezca que no hay nada. Pero márchate ahora, que ya sé que tienes cosas que hacer...

La mujer está diciendo esto cuando aparece W por el pasillo, vociferando y gesticulando...






XI

W, muy nervioso, fumando sin parar y gritando a la mujer, a través del micrófono en su garganta (su diálogo será en todo momento subtitulado): "Tú has perdido la memoria, eh, ¡has perdido la memoria!. Eres una vieja burra, eh, que rebuzna con el contacto humano, eh, ¡el contacto humano!. Ya no sabes nada, eh. Vuelve a tu país a morir, eh, ¡a morir!". Agarra con fuerza la mano de Z y tira de él: "Vamos, vamos, eh, vamos, llegamos tarde, ya están todos allí, eh, ¡ya están todos allí!.
Z y W han abandonado a la mujer. Caminan con prisa por un nuevo pasillo (W tirando de Z) mientras se entabla una conversación:

W -(Haciendo un gesto de complicidad y chasqueando la lengua). Menos mal que he aparecido, eh, ¡menos mal!.

Z -(Con un gesto de desprecio). Sí, menos mal.W -(Deteniendo a Z). ¡Oye, eh, oye!. Que yo solo quiero echarte una mano, eh, ¡solo quiero echarte una mano!.

Z -(Cogiendo por el brazo a W). ¿Sí?. Pues dime de que va todo esto.

W -(Zafándose y tirando de Z). Esto va de un grupo de gente jugando, eh, ¡jugando!.

Z -(Indiferente). No me refiero a eso.

W -(Sin mirarle). Pues no sé a que te refieres, eh, no sé a que te refieres.

Z -(Volviendo a coger por el brazo a W). Si no sabes de que te estoy hablando no te necesito para nada, eh, ¡para nada!.

W -(Cambiando de semblante). Mira, cuando yo era pequeño oía la voz de mi madre en las mañanas, eh, ¡en las mañanas!. Y al despertar apretaba los puños tratando de agarrar lo que aún quedaba del sueño, eh, ¡lo que quedaba del sueño!.

Z -(Enfadado y zarandeando a W). ¿Pero que estás diciendo?. No me importa una mierda tu vida.

W -(Mirando desafiante a Z y gesticulando). ¿Sí?.. Pues haces muy mal, eh, ¡haces muy mal!. Toda la gente es importante, eh, y quien menos te lo esperas te puede dar una sorpresa, eh, ¡dar una sorpresa!.
(En este momento W enciende un pitillo y le da un par de caladas, después saca un pañuelo de su bolsillo y limpia el aparato en su garganta; mira el pañuelo, lo guarda y vuelve a dar una calada mientras continua diciendo)... Deberías aprender a escuchar, eh, y fijarte en lo que ves a tu alrededor y lo que te cuentan, eh, ¡lo que te cuentan!.

Z -(Volviendo a empujar a W). Pues entonces sigue, pero rápido, tu manera de hablar me agota.

W -(Maliciosamente y tratando de parecer severo). ¡Mi manera de hablar! eh, ¡mi manera de hablar!. Joder, joder, joder. Eres muy prepotente, eh, muy prepotente. Quizás aprendas algo, eh, ¡quizás aprendas algo!... Lo que acababa de soñar no me parecía, eh, menos verdadero que la vigilia a la que terminaba de despertar, eh, ¡terminaba de despertar!.

Z -(Un tanto interesado). Sigue

W -(Oyéndose su voz en una imagen en negro). "Date prisa vas a llegar tarde, ¡vas a llegar tarde!". Me decía mi madre, eh, ¡mi madre!...Y yo, eh, ¡yo! Le gritaba pidiendo responsabilidades, eh, ¡responsabilidades!. El sueño, eh, el sueño me había sumido en otra verdad, eh, ¡me había sumido en otra verdad!.
-Mientras W dice esto, en un flashback aparece él en su antigua cama, su madre le despierta: "Date prisa, vas a llegar tarde, ¡vas a llegar tarde!" Mientras W grita pidiendo responsabilidades: "¡Vieja burra! ¿Cómo me vas a recompensar? ¿Quién te ha dado permiso?" y cosas por el estilo.

Z -(Sacando a W de su trance). ¿Y entonces?.

W -(Mirando a Z). Entonces, eh, entonces yo ya había podido saber, eh, ¡podido saber! Que la fuerza del sueño siempre exigía una explicación, una continuación, eh, ¡una continuación!. Que el sueño cuando choca con la realidad, es quien prevalece, eh, ¡quien prevalece!. Y es de la realidad de quien se tiende a dudar ¡es de la realidad de quien se tiende a dudar!.






XII

Z y W aparecen delante de una puerta guardada por una bella mujer tocada con un sombrero vaquero. Hace ruido golpeando la pared con un hierro. W se adelanta y dice:

W -(Dando un paso). Aquí es, eh, aquí es.

Vaquera -(Consintiendo y en voz alta). Tú puedes pasar (Y acercándose a W, en voz baja)... Pero ¿Quién es este? ¿De qué va?.

W -(Con un gesto de complicidad). ¿Tú quien crees que es, eh, quien crees que es?.

Vaquera -(Mirando por un instante a Z). Es posible. (Acercándose a Z le dice). ¿Qué es aquello que algunos no tienen y les hace fuertes?.

Z -(Estático y sin perder la mirada de la Vaquera). ¿Qué es? Yo no lo sé.

Vaquera -(Se pega a Z. Le olisquea como un animal). Tú todavía lo tienes... y eso te hace débil.

W -(Interrumpiendo la escena). Vamos, eh, vamos, déjalo pasar, eh, déjalo pasar. ¿No ves que lo desea, eh, no ves que lo desea?.

Vaquera -(Al oído de Z). ¿Lo deseas?.

Z -(Dudando). No lo sé.


Z y W bajan por unas escalinatas. Al fondo se puede ver un grupo de gente vociferando. Están entregados por completo a un extraño juego: lanzan unos dados que carecen de puntos; el que pierde es insultado y vejado por el resto de participantes. Todos pierden, todos son insultados; pero aún así se lanzan al absurdo juego como si fuera lo único en sus vidas. W y Z se han integrado en el juego, el primero lanza los dados, pierde y es insultado. Llega el turno de Z . "¡Eh, tú, lanza los dados, prueba tu suerte!". Le gritan. Z lanza los dados y al golpear el suelo se puede ver en ellos unos puntos. Murmullo general, sorpresa, callan no comprenden; los dados en el suelo. Solo uno de ellos se levanta. "Eh, tú, vete de aquí. Aquí no tienes nada que hacer. ¡Aquí no tienes NADA que hacer!".
Z se marcha. Todos le siguen con la mirada, como si desearan no haberle conocido jamás, como si estuviera maldito. Z alcanza una puerta, después otro pasillo, otras escaleras.

El grupo sigue jugando y gritando. Uno se levanta, va hacia la cámara, grita: "No deberías acercarte a la gente, tienes una idea muy equivocada de todo esto".






XIII

Z en su camarote: sentado en el catre, fuma un pitillo, semidesnudo y cabizbajo. Parece recién salido de un sueño. Le cuesta reaccionar. A su lado, sobre el camastro, están el paquete y la carta, pero aún no ha reparado en ellos. Gira la cabeza hacia ellos y repara en su presencia. Toma la caja; nervioso rompe el paquete y abre la caja de cartón: ¡vacía! ; la arroja fuera de sí y coge furioso la carta, solo encuentra un extraño dibujo: un perro encadenado a un sol.
X en un primer plano: rompe en pedacitos un papel y los va tragando a la vez que frota su garganta.
"Basta ya de esto" Grita Z y aplasta el dibujo entre sus manos. Siente un agudo dolor y sus manos comienzan a sangrar.
Y , su amante, llega al camarote, cierra tras ella la puerta "¿Has dormido bien?". Le dice. Aún no ha reparado que Z está sangrando abundantemente y sigue desvistiéndose. Cuando se da cuenta se siente confusa y horrorizada.
Z se levanta y empuja a Y, la mira por unos instantes y la ve vieja y horrible y dice:

Z -(Su mente le comienza a jugar malas pasadas). ¡Eres horrible!.

Y -(Apareciendo ante nosotros bella y joven, pero sorprendida y asustada). ¿Pero que estás diciendo? Estás herido, déjame ayudarte.

Z -(Viéndola otra vez horrible). Tú nunca has querido ayudarme.

Y -(Aún más sorprendida, pero tratando de recuperar la compostura). Siempre he intentado hacerlo lo mejor posible. No puedes echarme en nada en cara. No eres mejor que yo... pero al menos yo te quiero.

Z no quiere seguir discutiendo y se mete en el lavabo. A solas lava sus manos con fruición (aún le duele más) y cuando desaparece la sangre aparece en una de sus manos tatuado el signo del perro encadenado al sol. Ya no le duele la mano; se la lleva a la cara, parece que va a llorar, pero no lo hace. El lavabo lleno de sangre y agua, oculta algo más. Z venda su mano. Sale del lavabo, atrás queda Y asustada y en silencio.






XIV

Z busca respuestas por los pasillos. Vuelve al lugar donde se encontrara con X pero no encuentra a nadie; vuelve al lugar del extraño juego y ni un alma.
Llega hasta un lugar que le es desconocido: un viejo y lujoso restaurante. Cansado y angustiado se ha dejado guiar por una débil música; encuentra un pequeño radiocassette, de donde sale la música, sobre una mesa y se sienta al lado. Se sienta mirando su mano vendada; la destapa y contempla el tatuaje. La música en el radiocassette cesa y comienza a sonar una grabación con una voz que a Z le resulta muy conocida; la suya:

"Introducido en este mundo nuevo en el que nadie pudo seguirme, me fastidiaba el trato con la gente y sentía un deseo invencible de desligarme de mis relaciones. He aquí que un buen día me encontré terriblemente solo. Desde el primer momento noté una extraordinaria expansión de mis más íntimos sentidos, una gran fortaleza de espíritu que luchaba por manifestarse. Me sentí lleno de una energía sin límite, y el orgullo me sugirió la loca idea de intentar hacer milagros".

De repente una aparición apaga la grabación de un manotazo "De intentar hacer milagros" sentencia, repitiendo las últimas palabras de la cinta. Z reacciona, alza la vista y dice:

Z -(Descubriendo a alguien que es igual que él, quizá su doble). ¿Quién?...

Doble -(Ordenando). Calla.

Z -(Sin salir de su sorpresa). ¿Pero quien?.

Doble -(Sin ninguna emoción). No te sorprendas. Aquí estás tú sólo. Tu sola voz y tu sola suerte. Lo que acabas de escuchar es el comienzo de tu propia historia.

Z -(Reaccionando). Yo escribo mi propia historia y voy donde quiero.

Doble -(Continua igual). Si, tienes razón. Pero ya lo hiciste, bueno ya lo hicimos.
Z -(Intrigado). ¿Qué hice?.

Doble -(Bajando la cabeza y abriendo los brazos en cruz). Elegimos vivir como queríamos y ya sabes que con el tiempo, la realidad del mundo, de la tierra, se descompone como un rayo de sol en un prisma.

Z -(Sin dejar de escuchar). ¿Qué quieres decir?.

Doble -(Sonriendo y mirando intrigantemente se frota la barbilla). Quiero decir que descubrimos cosas que nos impidieron ver nada más o al menos nos las hicieron ver de una manera extraña, diferente... Nuestros vicios se hicieron más fuertes cuando estuvimos solos.

Z -(Queriendo saber más). Eres muy enigmático.

W -(Enciende un pitillo, da una calada). ¿Qué quieres? Tú te volviste enigmático. Sé tanto como tú puedas saber ¿Qué te puedo decir? Sigue escuchando si quieres.

El doble adelanta un buen trozo de cinta y en un momento dado la hace funcionar otra vez; se escucha: "¡La caída se ha consumado! Siento pesar sobre mí la hostilidad de las potencias, la mano del invisible se ha levantado y un alud de golpes aturde mi cabeza".
Z hace parar la grabación, no quiere escuchar más. Levanta la cabeza, busca; la aparición no está. Rebobina la cinta, quiere escuchar. Pero al ponerla en marcha no se escucha nada. Se levanta y se va, cuando sale por la puerta suena la misma melodía del principio.






XV

Z de regreso en el camarote. Y le aguarda, se levante y va hacia él. Z no puede mirarla. La ama pero le mataría verla horrible, así que trata de zafarse y se cubre los ojos con las manos. Y se acerca y le abraza. Z descubre su rostro pero sus ojos permanecen cerrados. Y limpia su rostro con una toalla. Z le muestra la mano tatuada y ella la besa, le besa las manos; le besa la cara; le quita la camisa; le besa el pecho ... ella se quita la camisa.
Y reclinada sobre Z, alza la cabeza; jadea; mira a la cámara; sus ojos están llorosos y el rímel corrido. Z bajo ella, no se mueve, no dice nada; solo los ojos abiertos.
Y vuelve a levantar la cabeza (ahora no se ve a Z). Se ríe, jadeante y enojada y dice: "Duerme mi bien, duerme. El que no duerme no puede vivir, pero ten cuidado y no duermas demasiado, no sea que no puedas despertar". Después vuelve a bajar la cabeza.
Z permanece callado con los ojos muy abiertos, los brazos levantados y las palmas de las manos abiertas, limpias de tatuajes.
Y vuelve a levantar la cabeza y mirando a la cámara canturrea con los ojos cerrados: "El sol se ríe, el sol se ríe. Adiós, adiós, no llores más. El mundo partía y todo moría. Adiós, adiós, no llores más; un ángel te llevará. Adiós, adiós, no llores más". Silencio, una pausa. Los ojos cerrados ... se abren, gesto serio: "Adiós, adiós ... no llores más".






XVI

En el camarote Y yace tendida en el suelo, parece muerta. Z erguido, inmóvil. La mano sangrando otra vez. Se agacha, acaricia a su mujer. Se marcha, huye.
La mano le quema, le abrasa, le duele; busca y se topa con un lavabo; lava sus manos y aparece un nuevo tatuaje: el perro se come al sol.






XVII

Z vaga por los pasillos. Cansado y hundido, como si llevara una eternidad errando por los corredores, como en una maldición. Habla solo, gesticula y cualquier pequeña cosa que encuentra le llama la atención, parece que definitivamente ha perdido la razón.
Escucha una música y como si comenzara a salir de su letargo, empieza a seguirla. La música le guía hasta una pesada puerta tras la cual ésta suena con mucha más fuerza. Z abre la puerta con mucha dificultad. Tras ella encuentra una fiesta en su momento más álgido. Las caras se agolpan contra Z. Todo parece divertido, la gente ríe a carcajadas y hacen chistes, pero a Z le parece terrible. Avanza entre la gente y los insultos, hasta que de entre la marabunta de rostros descubre uno familiar: el rostro de Y, quien ríe y parece joven y radiante como siempre, acompañada de un apuesto amante. Z llega a su altura, Y no le reconoce y se burla de él y desprecia. El apuesto amante que acompaña a Y se burla de él: "Piltrafilla ¡Abrete, desaparece!". Ordena, y le golpea. Z cae al suelo. Unos cuantos borrachos más se unen y le golpean salvajemente. Se burlan todos de él y le escupen y se marchan contentos.
Z completamente sólo se arrastra hasta un rincón y se acurruca allí. Mira su mano con el tatuaje: el perro aparece muerto.






XVIII

Z muy tieso en una silla. La misma gente le rodea, sonríen y beben; hablan entre ellos y algunos bailan mientras escuchan una alegre canción.
Una bella e indolente rubia se le acerca le coge la cara y le dice: "¡No le molestéis, que siga la música, seguid bebiendo y comiendo!. ¡El no lo sabe, que nadie se lo diga!".
Después de dicho esto solo se ve una mesa. Sobre ella los restos del festín junto a una caja, antes vacía y que ahora contiene un corazón.








F I N

lunes, 7 de marzo de 2011

De seres fantásticos... (V)




















El tipo en la mesa del fondo. Observa su mano diestra extendida ante él. Los cinco dedos abiertos. Los tendones tensos como calabrotas.

Desde fuera uno podría pensar que quiere tapar algo o alguien de su campo de visión. Desde fuera uno podría pensar que el tipo simplemente está borracho.
Está borracho sí, pero da igual. Nadie parece darse cuenta del boquete que se está abriendo en el dorso de su mano. Por él surge el espantoso ángel negro que les corta la cabeza a todos.

Y sin embargo parecen no haberse percatado del milagro. Regresan a sus casas y vuelven a lo suyo.

Sólo el hombre permanece allí, sentado con la mano abierta.
Nada, no hay nada en ella.

jueves, 3 de marzo de 2011

De seres fantásticos... (IV)















La Neisha conoce su trabajo a la perfección. No hay otra como ella.

Educada en las antiguas tradiciones aprendió a levitar a los cinco años. Atravesar la materia le llevó tres más. Después aprendió los cantos secretos que se escuchan con el tacto. Le llevó cuarenta años aceptar que estaba muerta.

Hace dos días que fue besada por primera vez.

De seres fantásticos... (III)















Se planta ante uno y le sonríe. Al final uno comienza a impacientarse porque la sonrisa no desaparece. Tampoco dice nada. Plantado ahí delante de uno.

En un arranque sorprendente el ser le pasa a uno el brazo por los hombros, deja de sonreír y comienza a hablar. Ahora es aun peor: las estrellas comienzan a girar, la noche pierde su calidad oscura y se transforma en otra cosa. Un puré de patatas, por ejemplo. El ser es poderoso, no cabe duda.

Vuelve a abrir la boca y entonces pueden verse sus dientes afilados y sus miles de trompas succionadoras. Es el hrizonte de acontecimientos.

De seres fantásticos... (II)

















Ya no puede dormir si antes no ha bebido el suficiente alcohol. Necesita descansar. Bebe, y entonces duerme. Pero sus sueños son agitados, insensatos, y le impiden descansar bien. Se le seca la boca, le arde el estómago. La cabeza se le embota. No vale para nada.

Por la mañana, a su lado en la cama, encuentra el rastro sudoroso de si mismo. De su vida echada a perder. Durante todo el día carga con el agotamiento de su imposibilidad.

Una noche vuelve a fijarse en la sombra doble en la pared. Se planta ante ella y por fin toma la decisión de introducirse en la grieta.

martes, 1 de marzo de 2011

De seres fantásticos... (I)

















Hay que fijarse bien para llegar a verle. Aunque él se fija en todo aquello que pasa a su alrededor.
No participa, pues teme llegar a romperse de hacerlo. Observa en un rincón, escondido a plena luz, cómo fuman o beben los grupos de amigos o las parejas en los bares de cocktails. No dice nada. Nunca lo hace.

Anota mentalmente los agravios imaginarios. En el Libro de los Muertos de su pensamiento escribe los nombres de sus enemigos.

Formas del horror... (XVIII)





















Nadie sabía a qué se dedicaba aquella persona singular. Toda su actividad parecía consistir en hacerse fotografiar con todo aquel que consintiera en ello. Pasaba horas enteras inquiriendo a los vecinos y transeuntes para que posaran junto a él, y cuando alguien consentía el hombre les saludaba cortésmente sacándose la chistera e inclinando la cabeza. Esto parecía hacerle feliz ya que algo parecido a una sonrisa se adivinaba bajo su enorme bigote pasado de moda.

Mas al revelar las fotografías, en su rostro podía intuirse una mueca de romper a llorar. Quien quisiera podía encontrarle siempre en el mismo lugar: en el cruce de dos calles, un sitio que había perdido el color y se había convertido en un rincón en blanco y negro.

Formas del horror... (XVII)

















LA CANTANTE BORRACHA CAYÓ BAJO



El mejor momento del día llegaba cuando el señorito la llamaba. La vieja dama de la canción se arrastraba hasta el piano, vistiendo el delantal y la cofia; la botella de anís en la mano. sonaban las notas y ella cantaba con su voz almidonada canciones de gallinero y palomar. Los invitados se reían, pero ella, ante su audiencia, no dejaba de repetirse: "Ego sum lux mundi". "Yo soy la luz del mundo".

Formas del horror... (XVI)





















¡ALELUYA!



El polvo lo había cubierto todo hacía tiempo. Había cubierto las botellas, había cubierto las copas vacías y había cubierto el mostrador del bar. Y a pesar de que los últimos clientes se habían marchado tiempo atrás, ellos continuaban allí; detenidos en el mismo gesto, esperando no sabían qué. El elegante camarero tras la barra esperando lo suyo con una mueca severa, y el empecinado cliente viendo como el polvo caía su copa de brandy. No se habían dirigido la palabra desde 1.980.

Formas del horror... (XV)














Estaba dentro de lo posible que aquello sucediera. Había soñado demasiadas veces con ello...Entonces el avión apareció en el cielo, cayendo en picado; oscureciendo la tarde; creciendo ante sus ojos y rugiendo cada vez más cerca; peinando las azoteas de los edificios del barrio; imparable en su caída hacia el joven. Podría decirse que guiado por una consciencia. Un plateado enviado del sueño que amenazaba muerte y destrucción. Nadie podría salvar al muchacho. Excepto él mismo y su deseo de detener al asesino alado.

Quedó colgado en el vacío.

Formas del horror... (XIV)





















FOTOGRAFÍA MÁGICA


Ya que los botes, a punto de naufragar, se movían directamente hacía la cámara, el movimiento pudo ser congelado a I/250.

Cinco personas salvaron la vida gracias a ello.

Formas del horror... (XIII)

















EL PEOR CUMPLEAÑOS DE TODOS


En la fotografía de la sección de sucesos se podía ver bien a las claras, aunque parecía que nadie se hubiese dado cuenta: el cuerpo sin vida del joven aun tocado con el gorrito de fiesta de cumpleaños. En su mano izquierda aferrado el teléfono móvil, pegado a la oreja; en la diestra un vaso con ginebra. A sus pies una hoja de cuaderno con números, en su mayoría tachados. Sobre la mesa, derramada, una ensaladera con ponche, globitos y una bandeja con sandwiches que comenzaban a estar rancios.