domingo, 9 de octubre de 2011

Sueños...






















1.

Estoy sentado junto a mis amigos en la parte trasera de un coche detenido en un parking o una plaza solitaria. Un hombre se asoma por la ventanilla y nos muestra una pistola. Otro personaje espera fuera. Se trata sin duda de un atraco. El hombre asomado dispara. Siento que la bala me penetra en la cabeza y que voy a morir. Sin embargo el ruido de la detonación no me hace despertar.

No tengo miedo. La vida se escapa de mi cuerpo, pero no es el fin.



2.

Me disparan otra vez. Lo hacen en el pecho en mitad de un restaurante o cervecería enorme.

Estoy en medio de un local con enormes bancos corridos y discuto con el dueño. Todo es una estupidez. Mis amigos y yo hemos estado riéndonos mientras bebíamos cerveza y esperábamos la comida. El dueño del local ha dicho que allí estaba prohibido reír. No lo puedo creer. Me indigno. El hombre se marcha y yo voy tras él. Él vuelve con dos de sus hijos o empleados y con una escopeta. Allí, en medio del local y sin mediar más palabras me dispara. Siento el plomo en el pecho y el calor de la sangre. Caigo. Muero. Sé que he muerto. Tengo plena conciencia de ello.



3.

No puedo subir a una colina. Por más que lo intento el terreno me rechaza. Se mueve a cada paso que doy, como si tuviera inteligencia propia, impidiendo mi avance. Cansado, me tumbo y la tierra me traga. Entonces entiendo por fin que no era necesario haber intentado dominar la colina.



4.

Ante la montaña, digo la palabra, y ésta desaparece.



5.

En una tarde de otoño camino por la ciudad. En el cielo se encienden muchas nubes rojas y se desata una tormenta de muertos. Cadáveres de hombres y mujeres que se estampan contra las aceras, las cornisas o los coches al caer. Todo el mundo huye despavorido. Yo mismo me pongo a cubierto en un portal.

La esperanza: una vieja loca se pasea sonriente con una rosa en la mano.



6.

Alguien lo ha depositado en la cuneta con el mayor de los cuidados. Lo ha envuelto en una sábana o sudario. Es el cadáver de un árbol. Las raíces han reventado el lienzo. Se asoman como órganos o intestinos petrificados.



7.

Atravieso en tren la llanura castellana. Miro distraído por la ventana las montañas en el horizonte. Fuera hay un hombre que sonríe. Está corriendo a la par que el tren. Me saluda, le saludo y se aleja diciendo adiós con la mano.
El sol se vuelve negro, pero no es un eclipse. Nada más se ha vuelto negro. Es la mano de un enorme niño dios que se divierte apagando y encendiendo los astros, como un chiquillo un interruptor.



8.

Desde las alturas veo una procesión de gente. Parecen divertidos, aunque evidentemente están asistiendo a un funeral. Los más fornidos de entre ellos portan un ataúd y se mueven al compás de una balada de jazz. En el féretro estoy yo, convenientemente muerto, y saludando a la gente con mi mano flaca. Mis párpados están cosidos y mi piel pálida tiene innumerables cicatrices.

Al llegar a un terraplén me tiran sin más miramientos.

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