En los espejos viven cosas que fueron deseadas demasiado.
En los días soleados, cuando el sol cae de plano, los espejos se abren y uno puede meter la mano y puede coger lo primero que toque. Será para él. Pero nunca hay que ir demasiado lejos y meter la cabeza o el cuerpo entero. Uno quedaría atrapado en él y habría que esperar a que otro consistiera en dar su realidad o su vida a cambio.
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